jueves, 8 de octubre de 2009

Gracias por el país que nos dejaron.

Próximos al bicentenario, me encuentro con 28 años, un título universitario y en pleno contacto con una creciente crispación social desde el mismo momento en el que abandono mi hogar y transito por las calles de esta ciudad para ir a trabajar, en negro para el Gobierno Nacional. Es más sencillo encontrar hipocresía que una moneda, soporto publicidad oficial en contra del trabajo en negro cuando el mismo gobierno contrata a trabajadores en condiciones ilegales, salgo de trabajar y veo gigantografias en la puerta de la AFIP sobre los derechos de trabajar en blanco.
Cruzo todos los días la Plaza de Mayo esquivando un sin fin de protestas, algunas ya forman parte integrante de la misma.
El antiguo subte me espera, y como un engranaje más del sistema, soporto las largas colas, el aglutinamiento por falta de proyección y las demoras acostumbradas, pago mi boleto cuando ciertas organizaciones de protestantes invaden los mismos espacios sin pagar. O sea, yo trabajo y otros no pagan y nada pasa, cuando todos viajamos igual.
No veo ningún funcionario en la vía pública utilizando algún servicio, solo los trabajadores sabemos de las esperas y de los calores en el subsuelo de esta gran ciudad.
Algunos culpan a los jóvenes, que nos enfrentamos a nuevas exigencias post-modernas, como la búsqueda laboral, que ridículamente nos exigen antes de los 25 años, 4 años de experiencia laboral, título universitario, varios idiomas, buena presencia, evaluaciones de todo tipo y color para entregarnos a unas jornadas de 9 hs como mínimo, a cambio de un sueldo irrisorio que no permite la independencia familiar. Nos condenan a suprimirnos no solo laboralmente, sino también familiarmente.
A falta de un serio proyecto de país, las conductas sociales se alteran, el ventajismo parece congénito, el fracaso parece argentino y a los codazos intentamos acomodarnos acostumbrados por los golpes recibidos.
Algunos opinan sobre la juventud, que recibe esta herencia social, muchos culpan la falta de interés política, la mala educación, la drogadicción y la creciente ignorancia cultural, pero a ellos les contesto, YO no vote a Menem, no permití 13 paros nacionales, no miré al costado cuando vendían todas las empresas nacionales a cambio de poder viajar a Miami, no quise interrumpir un gobierno con saqueos, no hice ningún pacto oculto, no canté la marcha peronista en un feriado nacional, lo único que si hice fue recibir este legado, años de silencio, años de manipulación, años de no hacer las cosas bien y mas ahora que se puede comprobar que aquellos países vecinos que pactaron un rumbo sin importar el piloto del momento, logran importantes avances gracias a un serio y responsable proyecto nacional.
Ya no extraña la alteración, los constantes mensajes de enfrentamiento en vez de consolidación nos llevan a vivir con angustias, que es lo que realmente me preocupa, lo veo en mis amigos, en mis compañeros de trabajo, en cada espacio que comparto y hasta en mi intimidad. Enfermedades nos generan, la angustia se sostiene en el tiempo tanto como el hostigamiento de un sistema fallido en post- de unos pocos que gozan las fortunas propias.
Les agradezco a todos por el país que nos dejaron y sin ánimos utópicos quiero hacer las cosas bien, quiero ser parte de un proyecto que nos lleve a salir de la angustia, que nos encuentre con la felicidad, no solo para mí, sino para todos nosotros.
Pensemos que hacer.